En cambio allí amanecía una colina.
El horizonte desaparecido
su aroma en una caja de galletas
y en cambio allí amanecía una colina.
Murió el amante perezoso
(para que citar lo que se llevó, si ya no lo conserva)
y se acabó el sostén.
Sin el sexo ni las estrellas
no había excusa
la confianza sería la costra de las heridas
o no
pero como tal fue arrancada
para que ser vulnerable
si ningún fluido lo ampara.
Y pese a todo, pasaba la noche.
Y allí amanecía una colina.
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