Los expulsados pierden
el derecho a conseguir su propio alimento. Cada tres días les dan una
dosis mínima en la Hermandad, son los parias que sirven de ejemplo a
los demás. Se les puede ver vagando por las calles a cualquier hora
del día, babeando en los escaparates de las carnicerías halal y
pajeándose unos a otros en callejones. No hablan. Se limitan a
esperar el momento.
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