Dámelo a escondidas
ese segundo que guardas alejado de los relojes
ese segundo que escapa a los minutos.
Que sea ese todo el tiempo que nos envuelva. Que la mirada se vacíe de reflejos y cada dedo un pincel y cada pincel un trazo.
Desnúdalo de adornos. Del tic, del tac, del paseo y del retorno, del hola y el adios y deja tan solo la palabra esencial de cada frase.
Míralo sin un antes ni un después, y sube sobre ti misma hasta rozar ese yo que ves, que veo, y grítalo hasta vaciarte los pulmones. Sonará como la mejor de las canciones.
Agárralo. Retuércelo. Exprímelo y saca de el cada gota, que derrame hasta empapar cada partícula de la estancia y salpícame con el, riendo, juguetona. Y eres tú, y te alzas ninfa de cualquier sueño y dura como toda una vida ese segundo que tenías escondido de los relojes.
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