Bailamos por la música. La música porque bailamos.
Ningún metrónomo desnuda el compás; el ritmo son dos frentes en contacto y la mirada que huía y ahora se encuentra, la mirada que te devuelve a donde no cuenta el espacio. La mirada sedosa es el tacto-guía, las fibras entrecruzadas que guardan el calor; la mirada como la envuelta de los regalos y al rasgar aparece la maravilla. Los sentidos como uno solo, cada estímulo refundido y abrazas la sensación y el baile para agradecer la música que suena porque estas bailando.
Otra vez las frentes.
Las miradas.
y las miradas se encuentran
y ese silencio que es la música por la que bailas
el vacio solo existe alrededor
público envidioso de la danza, de saber ser el ser desnudo.
La levedad del baile que te eleva y te distingue de la trampa es el único discurso que cuenta, y sin palabras.
Y las frentes.
Y las miradas.
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