Es esta construcción
en la que el ladrillo y la bola de demoler
sostienen la misma mirada.
Es este continuo
que solo rompe
una respiración entrecortada.
Es la chaqueta raída que intercambiamos,
es la vívida memoria de lo que no vivimos,
la atonía que consolidamos con cada silencio.
No permitimos que la piel riese
ni llorase.
No lo permitimos.
Regalamos nuestro derecho
a pasear cogidos de la mano
ignorando a los ignorantes,
siendo irrefutables en la calle
temblorosos entre paredes.
Retorcimos la mirada.
Perdimos nuestra paz
por no afrontar la guerra.
Perdimos nuestra paz
por no aceptar la guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario