-Si ella no la lee, solo es tinta derramada -hablaba una persona vacía, hablaba quien había perdido la esperanza-. Y no enviarán ninguna carta por nosotros.
Siguió escribiendo, firmó como si grabase una caricia sobre el papel, la dobló con cuidado. Apenas comenzaba a dormirse cuando entraron a buscarlos; los llevaron al campo con el amanecer.
Delante del pelotón de fusilamiento pudo recordar su último beso.
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