martes, 11 de diciembre de 2012

Trenza

Unidos
con la matemática perfecta de los cuerpos celestes y ya la punta de tus dedos desata un yo desde mi piel, el yo tangente a cada caricia, el individuo que lo es porque existe un otro como dibujando celosías en cada bombilla.
Rendidos
por los arabescos que pintan las espaldas y el sudor conciliador, la armonía de todo ese entramado de curvas en las que perdemos los minutos lamentados y cada sonrisa como la rama de una enredadera, cada sonrisa envolviendo y enraizando, cada sonrisa-la sonrisa, y vuelta a empezar.
Erguidos
sobre la piel, con la piel, hacia la piel, derramando a cada bocado ese fulgor de las noches en las que sueñas que despiertas y la piel está ahí, pero despierto y sin soñar, porque la piel está ahí. Esta ahí como siempre ha estado, solo esperando las luces para salir al escenario. La piel sobre la que subes y acaricias el yo envuelto en la piel que te acaricia, y vuelta a empezar.

Y es ese momento el momento en el que vives.

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