miércoles, 14 de mayo de 2014

LSM 3

No era su sobrino, aunque así se lo dijese a todos. Era parte de una deuda que ya no podria pagar y asumio el compromiso de cuidarle y enseñarle su arte. Al regresar de la escuela leían juntos y le explicaba el significado de los mitos en las tragedias griegas. El valor del vacio en un haiku. La rigidez de la poesía amorosa medieval. A los catorce años lo saco de la escuela y por vez primera le permitió entrar al taller. Allí pasaba las mañanas y por las tardes le señalaba que leer, ya a solas, hasta que en la cena le preguntaba por sus impresiones. Oskar adornaba sus expresiones tratando de impresionar a un Mathliss que apenas replicaba. Tenia diecisiete años cuando le dio su primer libro de poesía moderna y las conversaciones sobre literatura terminaron.

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