La densidad del sudor meditado agota; los pulmones se esfuerzan por renovar el aire viciado que otro rechazó antes, no se ve nada por la ventana.
El giro, nadie se mueve, pero el giro. La espuma del vaso parece enmohecida, tus tobillos apenas sujetan los pies acalambrados mientras pateas la reja, inútil, esfuerzo vano. Esfuerzo vano. La magia que resta son esos absurdos que no creíamos; el peso del aire derrumba los brillos.
Creímos lo que decía Andrade y descubrimos que la fe se desvanece, ahogados, y sin fluidos.
Creímos que eramos vacuna y somos lepra en un colchón gastado.
De todas las noches esa noche, ni por el número del mes ni por la luna, pero tenía que ser esa noche. Plegar sin remar, llegar a algún puerto desierto y cenar famélicos entrañas regaladas por rostros descarnados, sin preguntas.
El plan solo falló porque teníamos un plan.
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