Nos habían prohibido el paso en todos los grandes casinos, pero conseguimos encontrar una buena partida.
Los pardillos cayeron rápido. Llevábamos tiempo deseando medirnos en un mano a mano, y ahora estábamos en ello.
Para los dos era la última noche en Las Vegas.
El juego se trata de conseguir que el rival apueste todo lo que tiene; solo importa una mano, el resto son los preliminares para saber quien se la lleva.
Nos conocemos demasiado. Todos los trucos, los falsos gestos, como intentas colocarme que vas de farol cuando eres todo ases. No somos capaces de engañarnos.
El sueño no nos desgasta.
Aguantamos bien la bebida.
Fichas van y vienen, desajustamos y reajustamos nuestras torres, no dejamos de mirarnos.
Ninguna señal de que el juego vaya a cambiar.
Otro pardillo entra en la mesa.
Lo despedazamos en instantes, compra mas fichas, le dejamos casi seco.
Sonríes. Sonrío.
Echamos todo al pozo y dejamos las cartas sin girar, todo para el pardillo.
Un café nos espera antes de dejar la ciudad.
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