Un silencio.
Muslos marmóreos chocan febriles
felices
figuras envueltas, rostro sin ojos
asombro.
De la piel fluye a las entrañas de la piel aroma atrapado en las puntas de los dedos que escriben una fábula sobre ahogados, voluntarios seguidores de sirenas y lo dulce del prescindir, del carecer de necesidades libera notas titilantes como melodías de una orquesta oculta.
Estremece.
Aturde.
Nadie sabe ya a que cuerpo corresponde cada partícula.
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