Pulcro destino he dejado para ti, que sigues el rastro de mis tacones.
Baja la mirada, acompáñame e ignora el clamor. Olvida la llamada que no cogiste, la hora de retraso, olvida que tenías claro lo que querías ser. Ahora eres mi juguete y soy una niña cruel; con tus piezas levantaré una muralla inexpugnable y cuando huela a carne quemada sabre que el populacho y sus antorchas vienen a por mí.
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