jueves, 28 de agosto de 2014

Renacimiento

Grotescos parecen estos cavernícolas atrincherados en la sala de un museo. Como la envuelta transparente de un caramelo es la cera fundida y vertida sobre la piel entre risas, no quieren dejar rastro; van consumiendo velas buscando la luz perfecta, moviendo cuadros y bailando con figuras completamente embrutecidos, ajenos ya a la idea inicial y listos para la rendición.
Al día siguiente el museo esta cerrado. En un pequeño espacio de local, la prensa habla de la muerte por sobredosis de dos seres adictos a una sustancia que llaman belleza.


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