La cueva, el castigo, la herida, la culpa, el perdón, la renuncia, el ansia, la maldición y el espejo. La rendición agachada del mendigo.
La aceptación y el via crucis en diecisiete pasos no definidos, pero diecisiete y ni uno mas. En las laceraciones de su espalda se puede leer un proverbio bereber que le empuja al desierto, cruzar dunas hasta morir ahogado en el océano, pero primero la barca. Construir la barca con restos encontrados, quebrar palmeras por sus ramas y cocos para asegurar la flotación, adentrarse hasta las corrientes profundas. Bucear y despedazarse con cuchillas de coral, demasiado deteriorado para los tiburones.
Morir ahogado en el océano, el agua salada empapando los pulmones y unas horas después el cuerpo flotara, irredento, boya de la próxima barca del próximo mendigo.
Huyendo de la reproducción las algas unen sus cuerpos formando una isla que formará un continente que formará vida que formará un volcán que arrasará la isla.
Unos cuantos mendigos huirán atormentados, caminando a solas por el desierto y vuelta a empezar.
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