viernes, 4 de julio de 2014

Punto de fuga

Las balas nocturnas silbando, quebrando la oscuridad, la nana del fotógrafo de guerra. Ha llegado a ese momento en que lo importante son las caras de los guerrilleros jugando al póker; el cadáver del tramposo es un hueco a llenar en la mesa, nuevas facciones. Las únicas que importan ya en esta guerra que amenaza con matarle de aburrimiento.
Hace días pasó por un pueblo solo habitado por perros salvajes y alguna mujer anciana, mas allá de la linea del frente y la prudencia. El plan del día es alejarse, avanzar hacia la capital y quizás un pronto vuelo, la situación es insostenible.
Discute con los otros.
Consigue quedarse uno de los coches para volver al pueblo, nadie va a acompañarle, no queda nada que hacer allí.
Limpia sus lentes, organiza su bolsa. Los otros parten temprano, mas tarde la carretera será demasiado peligrosa. No le queda ningún carrete. Al coche solo le queda gasolina para unos treinta kilómetros, suficiente para llegar al pueblo.
La sombra que lanza al salir a la plaza es la última imagen que captura.
Arranca el coche.





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