Las reglas del juego siempre se cumplen en las historias que inventamos. Ningún fragmento escapa.
Juegos sin reglas fijas inventan historias que no se leer, no quiero leer.
Tanta razón para saber no tenerla; tanto ímpetu para expulsarlo, vomitarlo y evitar leer tras la caja, tan sencillas, las dos únicas reglas que estaban ahí desde el primer momento.
El limbo
por mantener la tragedia
diagnóstico en clave de fa
poliarmónico mayor.
La distancia de un pasado conjunto e imaginario; el espacio que no se puede llenar
no existe
la imposibilidad del drama, sea como sea la luna la próxima noche. En ese pasado ya nos despedimos. Nos reencontramos. Ahora queda la dejada calidez del cariño y la antigualla en la repisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario